Sobre Nosotras

Iria

iria@emotivapsicoloxia.com

Psicóloga, madre, disfruto de los cuentos, los paseos en familia y del tiempo con amigos.

Noviembre de 1990. Tengo 6 años y acabamos de salir de la última comida familiar en la que estaremos todos. Ha pasado algo grave, pero no sé qué es. “Un accidente”, me dicen, “pero no es nada”. “Y una porra” pienso yo, pero no digo nada.

Hay mucho revuelo a mi alrededor. Todo el mundo corre de acá para allá y me mandan a dormir a casa de mi amiga Laura. Las caras de su abuela y de su madre me confirman que algo pasa, y es muy serio, pero nadie me cuenta nada, así que me callo y pienso: “Haz como si no te enterases de nada”.

Yo no entiendo qué se le pasa por la cabeza a los adultos: “¿En serio creen que no me entero?” Sus caras lo dicen todo, y yo no soy tonta. Pasan los días pero el revuelo y las caras descompuestas permanecen.

Claro, ha sido algo tremendo. Por fin consigo averiguar qué ha sucedido, pero me lo guardo. Quiero llorar y que me consuelen pero, como se supone que no sé nada, lloro a escondidas e intento mostrarme contenta para que piensen que estoy bien.

“¡Qué difícil es esto!”, me digo, “¿por qué no me cuentan nada?” Sé que es muy difícil para los que me rodean pero todavía no entiendo, y pasarán años hasta que lo haga, que solo quieren protegerme.

Cuando sea mayor, ayudaré a los adultos, para que sepan que los niños se enteran de todo”. Fue así como, a los 6 años, decidí que de mayor sería psicóloga, solo que aún no sabía que esa palabra existía…

Cuando finalmente lo supe tenía alrededor de 16 años y acababa de pasar otro duelo que no debería haber pasado. Pero desde pequeña supe que las cosas muchas veces no son como deberían ser.

Al acabar la carrera, después de valorar distintas opciones, busco qué hacer de mi vida mientras trabajo en el departamento técnico de una empresa de actividades extraescolares. Poco después, disfruto en una Casa de Familia de una de las experiencias laborales más intensas que he vivido y me preparo, formándome en Terapia de Juego, para montar Emotiva Psicoloxía, que abre en abril de 2010.

Continúo mi formación en Madrid, cursando con Loretta Cornejo, en Umayquipa, terapia gestáltica con adolescentes, y descubro a María Barbero de Granda, que se convertirá en mi mentora y me formará, además, en técnicas proyectivas y análisis de test gráficos y dibujos.

En ese momento decido que es hora de ponerme en orden por dentro, de la misma forma que quien confía en mí lo hace conmigo. Es así como descubro que uno es mejor terapeuta después de hacer terapia. Me acompaña en este camino Patricia Canabal, de Nómadas.

Como siempre me he sentido atraída por los problemas en la infancia y la adolescencia, mi siguiente propósito es la Crianza Terapéutica, una formación de acompañamiento a niños y adolescentes con trauma.

Después asisto en Barcelona, con Espaipertu, a la primera formación de Gestalt Play Therapy, modelo de Violet Oaklander, con Lynn Stadler y Giandomenico Bagantin.

Me convierto en madre en 2014, aunque ese principito volvió demasiado pronto a su estrella. Sin embargo, en 2015, el arcoiris nos trajo a Sabela y mi vida dio un vuelco, como persona y profesional. Es por ello que decido formarme con Mónica Serrano en Maternidad Feliz para poder acompañar mejor en la crianza respetuosa.

En la actualidad, estoy ampliando mis conocimientos en Pedagogía Blanca con Azucena Caballero y Mireia Long, al tiempo que cuido de Sabela y Breogán, nuestro segundo hijo, que nació en abril de 2017.

Alba

alba@emotivapsicoloxia.com

Psicóloga sanitaria e infantojuvenil, especialista en TDAH. Apasionada por aprender.
El ejercicio me calma.

Mi nombre es Alba, soy hija, hermana y también psicóloga. Soy de Navarra y vengo a contaros, qué es lo que me trae hasta aquí. Siempre he querido estar cerca de las personas, para escucharlas, empatizar con ellas y ayudar a todo el que lo necesite. Cuando acabé bachillerato lo tuve claro, quería ser psicóloga. A día de hoy, creo que ha sido una gran decisión.

Me gradué en la Universidad de Navarra, donde tuve la oportunidad de aprender mucho y muy bien. Además, realicé mis prácticas en Chile, lugar donde conocí otra forma de trabajar diferente y que llamó mucho mi atención.

Posteriormente, me fui a Uganda. Allí estuve cuidando y ayudando a los niños de un orfanato. En ese viaje tuve la oportunidad de crecer mucho a nivel personal y profesional. Me permitió estar más cerca de la población infantil. Pude escuchar muchos testimonios reales, entender el caos interno de todos esos niños y la necesidad de apoyo emocional que necesitan en la mayoría de los casos.

Tras esto, comencé el Máster General Sanitario en Madrid. Realicé mis prácticas con los más pequeños y adolescentes. Además, comencé a colaborar como voluntaria con la Fundación ANAR, una línea de ayuda a niños y adolescentes en riesgo, y tras todo ello, lo tuve claro, los menores tenían mucho que decir y yo quería escucharles. Así que decidí realizar el Máster en Psicología Infanto-Juvenil para especializarme más en esta población.

Por desgracia, apareció la ya conocida pandemia mundial Covid-19, con su correspondiente confinamiento.

Tras mucho pensar, después de conocer de primera mano la problemática de la Violencia de Género tomé la decisión de formarme en ello. A raíz de esto, tuve la oportunidad de trabajar en una Casa de Acogida de Mujeres y Niños Víctima de Violencia Machista. Pude poner en práctica todo lo que sabía, y por supuesto, aprender mucho.

Por último, Iria me dio la oportunidad de formar parte de Emotiva. Me encantó lo que me contó y la pasión con la que lo hacía, así que no me lo pensé dos veces. Y aquí estoy, aportando mi granito de arena para ayudar a cada uno de los pacientes.